Han transcurrido ya varias semanas desde la publicación de aquel triste y penoso artículo en el que con tretas y piruetas de lo más populistas, se hablaba del fiasco del espejo negro en educación y se reivindicaba a golpe de misticismo la «vuelta al papel», literalmente. Lo del pergamino y el cincel, tiempo al tiempo. Lo comentábamos en este post.
Como si de una especie de fabuloso efecto Streisand se tratara, la respuesta a ese intento de censura y bloqueo del acompañamiento a nuestros menores en relación con las nuevas tecnologías, ha pillado desprevenidos a los líderes de tan noble causa. Tan noble causa, como inadecuada, ineficaz y totalmente fuera de lugar en los tiempos que corren. En esta entrada mostramos las alternativas que este discurso contempla para el alumnado.
En relación a la demanda prohibicionista del smartphone, no han faltado compañeros profesores, madres, padres, profesionales de la pedagogía, periodistas y divulgadores varios que se han lanzando a argumentar en pro de los beneficios de la enseñanza, la formación y el acompañamiento a los menores de edad. El ‘no’ a la prohibición está resonando más fuerte que nunca, y cada vez somos más los que pensamos que el encubrimiento y la cancelación no son buenas compañeras de un profesional de la educación.
Los endemoniados intereses de las grandes tecnológicas y sus opacos algoritmos son nuestros enemigos y contra ellos debemos centrar nuestras energías. Con leyes que protejan al ciudadano (estamos en el continente adecuado) y con educación de la buena, de la fetén, a nuestros pequeños.
Como dice Lluís, no es imprescindible que el alumno lleve su móvil a la escuela. Al mismo tiempo, resulta que más allá del constructo ‘alumno’ existe una persona. Una persona con sus lazos familiares, de amistad y sentimentales. Con sus quehaceres antes y después de la jornada lectiva, con sus obligaciones familiares, extraescolares, deportivas y sus momentos de ocio. Una persona que también tiene necesidades de desplazamiento con transporte público y un teléfono móvil en su bolsillo es su mejor arma ante imprevistos. Y digo arma, pues a muchos les encanta comparar un móvil con una pistola o un cuchillo. Luego están los de los coches (Darías una pistola a tu hijo de 12 años…? Dejarías conducir a tu hijo de 12 años un deportivo a 200 km/h…?). Sin comentarios.
Lean el post de Lluís:
Nada como la familia, sus personas allegadas y próximas a él, las que decidan acerca de la necesidad de que un niño tenga móvil y lo lleve durante sus desplazamientos al centro educativo, y así lo dice Lluís. Hay niños, que según días, deben recoger a sus hermanos pequeños en otros centros, acudir a casa de los abuelos o a casa del otro progenitor. Puede haber imprevistos y pueden necesitar ser contactados por sus familiares durante la jornada. A veces, un simple WhatsApp puede ser tranquilizador para esos padres y madres que desde sus trabajos no pueden hablar por teléfono.
Está claro que el elitismo no conoce de estas situaciones y se permite el lujo de prohibir las pantallas a todo Dios. Si el niño va con chofer a todos los lados, es evidente que no necesita móvil.