Paco se ha enfadado. Y con razón. Hartitos estamos todos de esta campaña de echar piedras sobre el tejado de la Educación Pública. Campaña abanderada por profesionales de la educación, que aunque resulte paradójico, muchos de ellos realizan su labor profesional como funcionarios públicos. Muchas veces en connivencia con divulgadores con intereses en el sector privado u otros.
Lejos de señalar, intentar arreglar y transformar esos graves problemas que arrastra lo público desde hace décadas, pretenden enrocarse en el desprestigio del profesorado y de la calidad del sistema educativo. Se regalan los títulos, dicen. Que es lo mismo que decir que los equipos docentes de todo el país no hacen bien su trabajo de evaluación y calificación. Estaríamos hablando de otra forma de profefobia enmascarada. Ya hablaremos en otra entrada acerca de la profefobia y sus múltiples representaciones.
Si fuera por ellos, estarían las calles llenas jóvenes a los que el sistema no ha sabido responder, abocando a la delincuencia precoz o a la explotación laboral a miles de chicos y chicas que hoy, no sin dificultades, pueden finalizar la educación obligatoria. O por lo menos, optar a más horas de contacto con sus iguales en un ambiente educativo. Ya me diréis qué es mejor, no solo para ellos, sino para la sociedad en su conjunto.
Una huida a lo privado, parece que estén deseando. Algunos hasta presentan, sin sonrojarse, a los colegios privados como los únicos templos del saber y el conocimiento y como única solución aceptable para la educación de nuestros hijos. Seguro que podemos ver cierto paralelismo con lo que está ocurriendo en el sector sanitario. Cómo nos gusta a los profes compararnos en el debate con los médicos, qué le vamos a hacer. El post de Paco es contundente e invita a la reflexión.
Alegrémonos de que hoy «todo el mundo» estudie y ningún niño tenga que irse a trabajar antes de hora. Alegrémonos de que niños recién llegados de remotos lugares del mundo tengan su sitio en nuestra aula. Alegrémonos de que la inclusión sea hoy una prioridad y el derecho a la educación de todos los niños y niñas esté por encima del derecho a la zona de confort del funcionario público. Protejamos la Educación Pública y ensalcémosla, pues es la única opción de educación para una gran parte de la población. Exijamos recursos y hagamos bien nuestro trabajo mientras estos llegan, si es que llegan algún día.