El otro día, Indomitus nos vino a recordar a todos algo que parece que se nos ha ido olvidando con el tiempo. O tal vez nunca se tuvo claro del todo. Y cito textualmente la primera parte de su post: En la educación obligatoria se educa obligatoriamente a toda la población por mandato legal. Y ‘toda la población’ incluye absolutamente a todos los niños y niñas que aterrizan en nuestra aula, sea cual sea su origen y circunstancias. Y sí, ello incluye al disruptivo, al que le cuesta, al que no quiere aprender e incluso al que nos destroza el guión de la clase que con tanto mimo preparamos la noche anterior.
Hay quien ante tamañas afrentas, adopta una actitud privatizadora de nuestro trabajo, queriendo excluir a alguna parte del alumnado, así, «porque yo lo valgo», saltándose a la torera todas las leyes, obligaciones y juramentos de su trabajo como funcionario y servidor público. A veces se nos olvida de dónde viene nuestro salario.
Remata Indomitus su post con: en ningún lugar se especifica que deba servir de maquinaria de ordenación de méritos como sucede en etapas posteriores o en unas oposiciones. La obsesión por los rankings y por ordenar al alumnado por nota, muchas veces con la lógica justificación de un proceso selectivo de acceso a un trabajo o carrera universitaria (maldito sistema), se ha llevado de manera insana a las etapas obligatorias. Puede que hasta en las etapas anteriores a Primaria podamos ver ya, de manera colorida y graciosa (para los padres-cliente) un aperitivo de lo que se encontrarán después sus retoños. Para que se vayan acostumbrando.