Sigo transcribiendo el podcast que grabé hace cuatro años, en plena pandemia. Aquí os dejo el segundo episodio. Lo bueno, si breve, dos veces bueno. Son solo 11 minutos (más o menos como los audios que te manda tu cuñado por Whatsapp ;-))
Este contenido ha sido pensado para escuchar en el podcast ‘El hilo de Sebas’. No obstante, si deseas leerlo en lugar de escucharlo, tienes el contenido completo en este artículo. A continuación, el podcast. Dale al play.
Buenos días, buenas tardes, buenas noches. Bienvenido al Hilo de Sebas. Mi nombre es Sebastián E., soy informático y vivo en una furgoneta, lejos de casa. Prepárate un café o un té, y acompáñame.
Bienvenido a mi pequeño rincón. Bienvenido a mi humilde podcast. Es para mi un honor contar con tu presencia. Es para mi un honor que sigas escuchándome en este segundo episodio. Es para mi honor que te incorpores a este hilo si es tu primera vez.
Hoy he venido a hablar del minimalismo, y de cómo lo he incorporado a algunos aspectos de mi vida. Pero antes, una reflexión. No somos nadie. Somos insignificantes ante la inmensidad de lo que nos rodea, ante la grandeza del Universo. Y hoy, más que nunca, parece que somos muy pequeños. Se confirma definitivamente nuestra menudez. Se hace realmente patente que somos unos auténticos mindundis. Unos ‘Don Nadie’ en el Universo. Unos cagamandurrias en el sistema de equilibrios de la salvaje Naturaleza.
El coronavirus forma parte de esa perfecta armonía de la Naturaleza. Los humanos nos creemos los jefes, pero sólamente es eso, una creencia. Desde luego, estos días se hace imposible no mencionar al dichoso bichito, al tristemente famoso Covid19. Ni siquiera debería llamarle bichito, porque no se trata de un ser vivo. Los virus no son seres vivos, aunque en fin, sobre esto hay opiniones muy dispares. Creo que prefiero llamarlo, me gusta más, agente infeccioso. Mola más, suena mejor, como a película post-apocalíptica. ¡Agente infeccioso, meeec, meeeec, permanezcan en sus casas!
A veces me pregunto si el coronavirus, como sistema con cierta inteligencia colectiva, es consciente de su éxito. Si es capaz de mutar y adaptarse al medio para hacerse más fuerte, ¿por qué no va a ser consciente de su situación, de la que ha liado? ¿Qué pensáis vosotros? Desde luego, cuando pase todo esto, habrá un renacer, un despertar. Seremos algo así como la Humanidad 2.0.
Yo no se tú, pero yo estoy realmente ansioso por asistir a esa mutación, a esa metamorfosis lenta pero inevitablemente real. Ahora mismo, confinados en nuestros hogares somos la crisálida, el capullo de esa nueva sociedad que está a punto de reinventarse.
Bueno, ahora es el momento de darle un trago a esa cerveza que tienes delante.
Menos mal que no quería hablar del coronavirus en este episodio. El tema original tiene que ver con el minimalismo. El minimalismo en términos generales y cómo ha cambiado mi visión del mundo desde hace varios años.
La vida es una sucesión de etapas, de fases. Conforme pasa el tiempo, uno acumula experiencias y vivencias. Unas positivas, otras negativas y la mayoría de ellas, digámoslo neutras.
Digo neutras porque el ritmo el diario, la velocidad de los acontecimientos unida al frenesí del trabajo, los quehaceres en el hogar, compras, hipotecas, gestiones, trámites, las llamadas telefónicas de los pesados de los comerciales… Todo ello impide una valoración tranquila de todas esas experiencias que vamos teniendo. No llegamos a trabajarlas. Por eso las catálogo como neutras. Porque ni siquiera las hemos digerido adecuadamente.
Todo va muy rápido; Te subes al tren o te quedas en la estación; No hay tiempo para pensar; Lo tomas o lo dejas; Siempre hacia delante; Compra, compra, compra, consume, consume, consume; No te quejes que no hay tiempo para eso; La vida es muy corta; Aprovecha cada minuto.
Esas vivencias no procesadas, algún día nos pasarán factura. Tal vez cogiendo una recortada y bajando al Mercadona de la esquina para liarla ahí. Menos mal que no vivimos en EEUU y no tenemos en casa ese arma de la familia.
Yo quería hablar del minimalismo. A eso quería llegar cuando hablaba de las etapas de la vida. Yo no sé vosotros pero yo ya pasé esa etapa de la vida de acumular cosas. De llenar la casa con cosas insulsas, de aprovechar cada centímetro cuadrado de la pared para colgar objetos, cuadros, relojes de pared, percheros para las chaquetas, percheros a la altura de los niños, estanterías para la cocina, cuelgacopas, cuelga cacharros. Colgué hasta una campana en la pared de la cocina. ¡Hasta una campana! Espejos, cuelga herramientas, etcétera, etcétera.
Esa época en la que los viajes a Ikea eran hiper-frecuentes. Ikea, ese templo, esa religión. Una religión que me convencía, y de la que ciertamente era un ferviente feligrés. En realidad, lo sigo siendo, para qué mentiros. Me encanta ir a Ikea. Aunque si os digo la verdad, los momentos que más disfruto son tomando el café gratis, zampándome el codillo y las albóndigas suecas con e-coli. Parece que las visitas a Ikea merecen un capítulo íntegro dedicado a ellas. Así que prometo valorarlo.
De repente un día y de manera precipitada llegó la siguiente etapa. De manera precipitada, sí, pero sin dejar de ser una respuesta natural de nuestro cerebro ante tanto ruido. Ruido de cosas. De un plumazo, empiezas a odiar todos los objetos que se interponen en tu camino cuando miras al horizonte. Al horizonte de las habitaciones de tu piso, se entiende. Uno quiere tener su cárcel limpia, su celda impoluta. Que levante la mano quien no crea que su casa es una cárcel, ahora que está de moda el confinamiento.
¡Pero si Mari Kondo está en la lista de las cien personas más influyentes del mundo! Queda patente que la gestión y organización de los objetos en los hogares preocupa a la gente, y mucho.
Pero tranquilos, yo no voy a hablar del método Kon Mari, ni de nada que se le parezca. Yo voy a contaros mi experiencia personal de adaptación a la vida en un furgoneta camper. Y el necesario y obligado abandono del lastre que a menudo llevamos encima. Lastre en forma de cosas que creemos que son necesarias, y que por costumbre, tradición o sencillamente la inercia del modelo de vida que siempre hemos seguido, pensamos que debemos llevar siempre con nosotros y que no podríamos vivir sin ellas. Para nada es así, estamos muy equivocados. Por ecologismo, y no hablo solamente del planeta, sino también de nuestra cabeza.
Por ecologismo mental, necesitamos soltar lastre, tirar las cosas que nos sobran, las cosas superfluas. Deshacernos de todo eso. Perder para ganar. Desaprender para crecer. En fin, que vamos a volver a demostrar que menos es más.
Vivir en una furgoneta camper, a uno le enseña muchas cosas. Le enseña a valorar que los recursos se acaban. Cuando abres el grifo, en la cocina, en el baño de la camper o cuando te duchas o tiras de la cadena, sabes que ese agua que estás gastando vale su peso en oro. Sabes que ese depósito de 100 litros de capacidad no es infinito. Que debes aprovechar al máximo ese recurso tan preciado. El líquido elemento.
Podrías pensar que esa limitación puede suponer un problema en el momento de realizar cualquier actividad cotidiana, como por ejemplo fregar los platos. Pero no es así. Es precisamente todo lo contrario. Te obliga y te ayuda a ser más eficiente en tus tareas, optimizando a tope el tiempo y el agua en este caso.
Al final llegas a darte cuenta de lo derrochador que puede llegar a ser el ser humano. Cómo no hablar también del consumo eléctrico, el gran caballo de batalla de las viviendas no conectadas a la red eléctrica. Afortunadamente se trata de un campo muy estudiado y con muchas opciones. La más manida es la de las placas solares, pero no deja de ser algo omnipresente en la vida camper, la gestión de qué aparatos puedo llegar a conectar al sistema eléctrico de mi furgoneta y durante cuánto tiempo. Saber calcular la energía eléctrica que necesito en mi día a día es algo muy interesante para cualquier persona. También para conocer qué huella de carbono estoy generando, aunque esto ya es otro tema, al que seguramente dedique un episodio completo en algún momento.
La mayoría de los días, con el propio rodaje del vehículo y el alternador, suelo generar la energía eléctrica que necesito para pasar el resto de la jornada. Y este concepto, es algo realmente bonito.
Otro tema, los residuos. Estamos muy acostumbrados al desagüe de los hogares. A tirar de la cadena wc y olvidarnos del asunto. En el mundo camper, esto no funciona así. Toda el agua sobrante de lavabos, fregaderos, duchas, etc, termina en su compartimento correspondiente, pudiéndolos vaciar en el lugar adecuado cuando se pueda. Cuando se pare en un área de autocaravanas o cuando llegues a un lugar con los servicios adecuados. De esto hablaremos largo y tendido en próximos episodios, en los que espero que me acompañes.
Hablaremos del uso del gas en la furgoneta, del agua caliente, de la nevera, y de una serie de tips, trucos y pequeños consejos que he ido conociendo en estos últimos años.
Aspectos tan simples como aparcar la furgoneta en una u otra orientación respecto al sol son muy importantes para poder ahorrar recursos y minimizar el consumo.
Ya veis que es difícil ir al grano y no perderse por hilos secundarios. Una vez más se demuestra que la lucha contra lo superfluo, contra lo trivial es muy difícil. La propia comunicación entre humanos suele estar cargada de elementos sobrantes que entorpecen el entendimiento. He ahí uno de los principales problemas de este mundo.
El hecho de que nuestra razón y nuestro corazón estén tan unidos puede ser un problema. ¿O es una ventaja? ¿Qué piensas? Te lanzo esta pregunta, querido acompañante.
Y bueno, quiero terminar haciendo mención a un comentario que he recibido a raíz del episodio anterior, en el que hablaba de la ilusión.
La persona que contacta es Santiago, psiquiatra de profesión, que me dice: La depresión, y añade, la melancólica, aparece cuando uno no espera nada, cuando no tiene deseo ni ilusión.
En primer lugar, agradecer a Santiago este comentario. Me alegra que de todo ese rollo que os solté, se pueda sacar algo, alguna evidencia médica. El hecho de que la falta de ilusión pueda ser origen o causa de alguna enfermedad o transtorno mental, nos dice mucho. Y nos motiva a cultivar esa ilusión.
Así que muchas gracias, amigo Santiago.
Ya sólo queda despedirme de ti, querido escuchante, querido oyente, y desearte un feliz encierro en tu casa, un feliz confinamiento. Hashtag #QUÉDATEENTUCASA, y sobretodo mantente alejado de los agentes infecciosos, pero más importante aún, o igual de importante, también de las cosas y personas tóxicas que puedan ser un lastre para tu mente.
Así que chicos, chicas, hasta muy muy pronto.
Este contenido ha sido pensado para escuchar en el podcast ‘El hilo de Sebas’. No obstante, si deseas leerlo en lugar de escucharlo, tienes el contenido completo en este artículo. A continuación, el podcast. Dale al play.