Incisivo, mordaz y contundente ha estado Daimon. Las cosas claras. Aquel que interprete la educación como una competición en la que solo los mejores pueden llegar a la meta, será el mismo que aceptará sibilinamente el fracaso y el paulatino caer de los más vulnerables, de los que nacen y se crían en los márgenes. Lo aceptará interesadamente, aun sin saberlo, pues su plaza en la universidad, su futuro empleo y su pedazo de pastel tienen su razón de ser en el abandono prematuro de otros, de los ‘malos’ estudiantes, ya sin nombre ni rostro. No hay sitio para todos. Los ‘buenos’ completarán sus estudios, sin demasiado sufrimiento y con sólido apoyo desde el calor de sus hogares.
Como parte de esa oscura maquinaria, no faltará ese defensor a capa y espada, y como si la vida le fuera en ello, de esa inflexible vara de medir con la que separar a unos y otros, a buenos y malos. El merecido sobresaliente y el merecido insuficiente. Y porque ya no nos dejan usar el merecido ‘muy deficiente’. Porque claro, el resultado no depende en absoluto de las circunstancias familiares del alumno, no. Depende exclusivamente del genuino esfuerzo del niño, todos lo sabemos. Ironías aparte, no faltará aquel inoportuno tuitero que en un alarde de creerse de los buenos, soltará sin despeinarse aquello de ‘a los pobres hay que exigirles más, para que se vayan acostumbrando a las dificultades’.
Triste realidad la que define Daimon. Afortunadamente poco frecuente, aunque muy ruidosa. Tampoco faltarán aquellos que aun sin reconocer ser minúsculos engranajes de aquella maquinaria, se sentirán aludidos por estos señalamientos. Mostrarán dolor e indignación por esos comentarios, bramarán por ‘el nivel’ y echarán pestes de la LOMLOE, la inclusión y la accesibilidad en cualquiera de sus marcos de referencia internacionales.
Mientras tanto, nadie se acordará de los malos. Ojalá más malos en las aulas y menos en las calles, pues necesitan más aula y menos calle. Sí, ya sé que tú, que eres de los buenos, quieres a los malos lejos de ti. Que se encarguen otros.
No hay buenos ni malos, amigo. Esto no va de westerns.