Comienza Raquel su toot planteando una situación habitual en todos los hogares donde hay hijos adolescentes. Nadie dijo que eso de la comunicación intergeneracional fuera algo fácil. Pero veamos el porqué de esa dificultad, si es algo innato con lo que nacemos o se trata de algo construido socialmente. Raquel lo explica maravillosamente bien.
Hagamos propósito de enmienda como padres y detectemos si alguna vez hemos podido incurrir en algún desacierto como los siguientes:
- No parar a escucharles cuando arrancan a hablar de temas que «no nos interesan».
- Cuestionar, silenciar, juzgar y condenar sus emociones cuando llegan a expresarlas. Ojo al dato, que estamos hablando de emociones, algo fundamental en la vida humana y que pueden llegar a ser muy complejas.
- Restar peso a sus preocupaciones o malestar.
- No tomar en serio sus críticas o reproches, aun siendo probable que tengan parte de razón e independientemente de la forma tal vez «inadecuada» en que lo hagan (algo razonablemente normal en una persona que no ha madurado aún su autocontrol y habilidades discursivas).
- Situarse a la defensiva o con actitud autoritaria.
- No estar dispuesto a escuchar cosas que tal vez no queramos oír.
Remata Raquel el asunto con su segundo toot haciendo referencia a la adultocracia que suele reinar en todas las parcelas de nuestro día a día y que claramente impide el adecuado desarrollo de la autonomía de los más jóvenes.
Cuando los adultos obvian su necesaria disponibilidad emocional e imponen normas y conductas sin ofrecer explicaciones claras, es cuando tenemos el problema. El tratarlos como inmaduros e incapaces no hace sino más que impedir el desarrollo de las habilidades críticas para la toma de decisiones y la responsabilidad personal.
‘Acompañamiento‘, ¡qué necesario es y qué tan despreciado es este concepto en el ámbito de la crianza y la educación!