Este contenido ha sido pensado para escuchar en el podcast ‘El hilo de Sebas’. No obstante, si deseas leerlo en lugar de escucharlo, tienes el contenido completo en este artículo. A continuación, el podcast. Dale al play.
Buenos días, buenas tardes, buenas noches. Bienvenido al Hilo de Sebas. Mi nombre es Sebastián E., soy informático y vivo en una furgoneta, lejos de casa. Prepárate un café o un té, y acompáñame.
Bienvenido a mi pequeño rincón. Bienvenido a mi humilde podcast.
Unos pensamientos llevan a otros. El ser humano es prodigioso, y su cerebro, el gran desconocido. El órgano que conforma nuestra mente, que alberga nuestra conciencia y nuestro ser. Responsable del pensamiento, de la memoria, de nuestras emociones. Responsable también de la ilusión. No dejes de escuchar el primer episodio de este podcast, en el que hablo acerca de la ilusión.
Nuestras conexiones cerebrales y la estructura del órgano más grande de nuestro cuerpo permiten el encadenamiento de ideas. De un pensamiento inicial, y como si de una madeja de hilo se tratase, podemos acabar desgranando cavilaciones de todo tipo, y terminar reflexionando sobre conceptos totalmente diferentes, y que no tienen nada que ver unos con otros. O por lo menos, creemos que no tienen nada que ver. Creencias, convicciones, opiniones, certezas… ¡qué volátil es todo!
El ser humano construye castillos en su cerebro que guían sus acciones. Las acciones se quedan, sí, pero esos castillos se desvanecen, se pierden para siempre. Es la magia de lo etéreo, de lo voluble.
Y aquí estamos, amigos míos. En el hilo de Sebas, en mi propia madeja particular. Leyendo algunas noticias acerca de la Selectividad de este año, y los problemas ocasionados por el Covid, he terminado tirando de hemeroteca y leyendo sobre las revueltas estudiantiles del curso 86–87 que hubieron en España.
Al parecer, se trató del movimiento estudiantil más importante de la historia de España. Estamos hablando de un hecho histórico, que fue respuesta social a una serie de problemas que había en la sociedad, problemas heredados de otras épocas anteriores y ocasionados por los cambios que se requerían en España por parte de Europa (privatizaciones, reconversión industrial), y supongo que por la mala gestión de los políticos de la época (paro, crisis económica brutal, etc).
A ese caldo de cultivo, añádele la reforma educativa con la implantación de la Selectividad, que según que se decía, dificultaba todavía más, ponía barreras, trabas al acceso de los jóvenes a la Universidad. Vamos, que una de las demandas principales de esas protestas era la derogación, la eliminación de la Selectividad.
Bueno, al parecer esas protestas no consiguieron acabar con la Selectividad, y posiblemente el Covid tampoco pueda terminar con ella. Pero sí ha tenido que venir un virus para conseguir aplazarla, y ponerla en duda. Y ahora, esto si que es opinión personal, más valdría este curso cancelarla, anularla, y oye… que se tengan en cuenta las notas de Bachillerato, o por lo menos las que se tengan hasta ahora, que no se va a morir nadie por ello. ¡Todos a la Universidad, hombre!
Al fin y al cabo, este año, es un año en blanco, un año de “sucre”, un año NULL. Se podría hasta borrar del calendario. Que después de Nochevieja de este año, vuelva a empezar 2020.
A ver, sin querer dar valoraciones personales, en mi caso, cuando yo me examiné de la Selectividad, concretamente en el año 95, me asombraba especialmente, me acongojaba el pensar que lo que hiciese en esos 3 días de exámenes contaba ni más ni menos que el 50% de mi nota para acceder a la Universidad. Tenía el mismo peso la Selectividad que mis 4 años de estudio anteriores, BUP y COU. Es algo que yo creo que muy bien no estaba. Afortunadamente con el paso de los años, esa manera de puntuar cambió y se hizo todo más suave.
Bueno, pues deshaciendo esa maraña de hilo y conectando conceptos he terminado recordando el programa de entrevistas ‘El perro verde’, conducido con gran maestría por Jesús Quintero, y que se emitió en 1988. Las preguntas o comentarios del conductor eran mínimos, casi inexistentes. Siempre hablaba el invitado. Qué diferente al periodismo de hoy en día, donde el entrevistador es la estrella o intenta ser la estrella, muchas veces ninguneando o faltando el respeto al entrevistado. Los invitados a El perro verde solían ser personajes de la cultura, de la política, del arte. También gente de la calle. En definitiva, cualquier persona que tuviera algo interesante que decir.
En particular me ha venido a la cabeza la entrevista que le hizo a Jon Manteca, más conocido como ‘El cojo Manteca’. Este chico, de unos 20 años de edad, estaba relacionado con las revueltas estudiantiles que comentaba antes, y durante un tiempo alcanzó cierta relevancia mediática, por su protagonismo en ellas.
He querido documentarme un poco antes de hacer el podcast, y he rememorado aquellos tiempos visionando en YouTube algunos programas de El perro verde. Esas conversaciones tranquilas del invitado con Jesús Quintero, con cigarrillos y cubatas mediante. Esas risas interminables en esa habitación oscura, junto al emblemático Golden retriever de color verde fosforito que daba nombre al programa.
Qué recuerdos, qué añoranza de esa TV. O por lo menos, de esa manera de hacer TV. Una manera, que está claro que en los tiempos actuales no encajaría. Tuvo sentido en esa época concreta, la España de los 80, pero a más de un periodista actual le vendría bien aprender algunas lecciones de Quintero. Sobretodo lo que al respeto hacia el invitado se refiere, y también en darle el protagonismo que se merece. Y oye, su ritmo tranquilo tampoco está mal. Hoy en día todo va demasiado rápido. Lo importante en una entrevista muchas veces se obvia, y nos detenemos en detalles sin importancia. Se profundiza poco.
Resulta que al cojo Manteca le faltaba una pierna, según parece debido a un accidente cuando trepaba en una torre eléctrica. Este chaval, aquel enero de 1987 se encontraba mendigando en Madrid, y mientras deambulaba por sus calles, se topó casualmente con estas manifestaciones. El chico, lejos de apartarse y no meterse en líos, se introdujo plenamente en ellas, y terminó acaparando la atención de las cámaras de televisión. Por lo visto, le grabaron destrozando con sus muletas mobiliario urbano, arengando al personal, y moviéndose con una inusitada velocidad como pez en el agua durante esas batallas campales, pese a tener esta diversidad funcional.
Las imágenes recorrieron las portadas de diarios nacionales y extranjeros debido a lo pintoresco del personaje (estética punk, mutilación, cicatrices, violencia), y en poco tiempo acabó siendo convertido por los medios de comunicación en símbolo de las movilizaciones estudiantiles, a pesar de que Jon Manteca no era estudiante ni tenía más relación con todo aquello que el hecho de haberse encontrado fortuitamente con una manifestación en el centro de la ciudad. Fue portada del Herald Tribune y mencionado en una noticia del The New York Times en febrero de ese mismo año.
Por aquel entonces yo era un niño de 11 años, preadolescente, que desde el sofá y confortabilidad de su hogar asistía ojiplático a la entrevista de ese personaje, el cojo Manteca, que Quintero quiso sacar del anonimato de la calle para charlar un rato con él.
El cojo Manteca, después de todo aquello, cayó en el olvido, y falleció en los años 90, víctima del SIDA.
Punki, famoso a su pesar, vengativo, generoso, violento, odiado, perseguido, libre. Se llama Jon Manteca tiene 21 años, y nació en Mondragón. No conoce la hipocresía. Es una leyenda, con muletas.
Con estas palabras, terminaba el programa, al tiempo que se veían unas imágenes del cojo en una silla de ruedas empujada por un colega punki, al salir de la cárcel, mientras les perseguían los reporteros,.
Lo cierto es que no hay mucho más que decir de Jon Manteca. Hay una entrada en la Wikipedia en la que se mencionan sus altercados más sonados, totalmente inconexos unos con otros y de escasa importancia. Vaya mi particular homenaje a este personaje, por lo menos a su mundana faceta televisiva, de total delincuente común y que ciertamente me marcó en su momento, y hoy, más de 30 años después, desde algún recóndito recoveco de mi memoria ha salido a relucir, ya que por muy nimio que sea un pensamiento, un recuerdo, se encuentra encadenado, enlazado al resto de ideas, como si de una malla o una gigantesca tela de araña se tratase.
Y con esto, doy por finalizado este episodio. Espero que os haya gustado, o por lo menos que os haya hecho recordar. Y por favor, tened muy presente que en numerosas ocasiones, las cosas más pequeñas son precisamente las más grandes. La vida es una sucesión de momentos. Es la suma de pequeños detalles.
Hasta la próxima. Estoy seguro de que nos vamos a oir muy muy pronto.
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